Este libro desgrana la tesis de que el arte contemporáneo y las formas de experiencia estética que van ligadas a él, a diferencia de lo que ocurría con el arte clásico, crean desorden, alteran nuestros esquemas de percepción, de experiencia y de lenguaje. Pero con ello crea nuevas visiones, nuevas formas de entender el mundo, de comunicación e, incluso, crea nuevos mundos. Dicha función creadora es imprescindible en las sociedades democráticas en permanente transformación tecnológica, social y cultural de modo que el desorden estético forma parte necesariamente de nuestro orden social. Esta tesis se defiende en la discusión de algunas de las teorías estéticas y de los problemas teóricos contemporáneos más relevantes, especialmente de la tradición alemana, como Benjamín, Adorno o Habermas.
