Pabluras, un muchacho del campo, de catorce años de edad, se ve obligado a cuidar de una yeguada con potrillos recién nacidos, porque el padre debe trasladarse a diario a la capital, pues ha operado a la madre.
Cuando el sol pica fuerte, Pabluras se refresca en el río. Un día, ve a un lobo plantado frente a él en la orilla opuesta. Queda paralizado por la impresión, pero reacciona y se dispone a defender a su yeguada. Las yeguas ya han hecho un corro, encerrando a los potrillos en él, y reciben a la fiera a coces. Se entabla una dura lucha, de la que el lobo sale mal parado. Sin embargo, Pabluras se compadece del animal y piensa que, si el lobo se ha arriesgado a bajar del monte en pleno día, es porque sus crías están hambrientas.