Christopher Innes aporta dos elementos para la concepción tradicional del teatro: el primero sería su transformación en un laboratorio que explora de manera directa la naturaleza de la actuación, así como el vínculo entre actor y público; el segundo destaca su primitivismo mediante la irracionalidad, la indagación de estados oníricos y la adopción de modelos dramáticos arcaicos con base en presupuestos mitológicos y ritos tribales.