La libertad: esta palabra, en singular, no se refiere ni mucho menos a una esencia con la cual podamos identificar todas nuestras "libertades". Por el contrario, suspende cualquier tipo de determinación referida a ellas, de las que ciertamente sabemos que son "formales", sin que -no obstante- sea éste un hecho que nos interese demasiado saber. Y lo hace en el nombre de la experiencia singular de aquello que no tiene esencia: la existencia misma. Esta experienca es un hecho, también singular, pues no obedece a ninguna lógica del "hecho" entendido como opuesto a la "ley". Ni hecho ni ley: sólo el ser como partición de la existencia. El pensamiento procede de él, no se apropia de él: cuando se abre a esta experiencia, el pensamiento piensa su posibilidad más allá de sí mismo, en tanto que cosa, fuerza o mirada. La libertad es el in-finito del pensamiento. Partiendo de estos presupuestos, lo que intenta el presente libro es hacer aparecer como tema y poner en juego como praxis del pensamiento una experiencia de la libertad. En un cierto sentido, la libertad en cuanto cosa misma del pensamiento que no se deja "apropiar", solamente -y como mucho- "piratear": su "toma" será siempre ilegítima.