Los valores afirman cualidades estables, principios seguros, convicciones firmes. De ahí que quien entiende la libertad como ligereza, desempacho, desparpajo, soltura, desahogo, desenfado, frescura o despreocupación se haga el desentendido y no rompa una lanza por nada. Para andar a sus anchas hay que renunciar a los compromisos y dejar que cada palo aguante su vela. Y eternos del corazón humano en conflicto consigo mismo, hace falta liquidarlos para ir por la existencia a galope tendido atropellando y pisoteando. La libertad y los valores son incompatibles. ¡Fuera con ellos! He ahí el frívolo imperativo difundido por la utopía banal. Cuando la humanidad se haya sacudido su yugo, podrá inaugurar la era de la frivolidad. Esa es la gran utopía por realizar.