«La originalidad del cristianismo y su carácter específico respecto a las demás religiones consiste en que la relación con el Infinito no está establecida, imaginada y concebida por el hombre, sino que está determinada por la presencia, misteriosa y real, del mismo Dios en la historia humana. (...) La implicación de Dios en la vida del hombre se produce siempre a través de un punto preciso, carnal, dentro del tiempo y el espacio, en el que tiene lugar la interferencia del Misterio. Ésta es la noción de templo. Se trata de reconocer el método que Dios ha elegido para darse a conocer al hombre, el método de su iniciativa misteriosa, pero real, para entablar relación con el hombre. Y el hombre que, por gracia, se da cuenta por sorpresa de esto puede, con su libertad, responder a ello mirando a ese comienzo nuevo, que no es obra suya, que le ha sucedido y que se revela como algo que corresponde profundamente a sus exigencias y a sus expectativas.»