Las economías preindustriales producían pocos bienes y servicios y experimentaban un nulo o débil crecimiento. Entre fines del siglo XVIII las últimas décadas del XIX, la Revolución Industrial logró superar esa situación de pobreza y estancamiento, incrementando la productividad del trabajo humano y originando por primera vez en la Historia un crecimiento económico sostenido. Afectó no solo a la industria, sino también a la agricultura, los transportes, la estructura de la sociedad e incluso a la visión intelectual del mundo. La Revolución Industrial se inició en Gran Bretaña. Luego se extendió a Francia, Alemania, Bélgica, Estados Unidos y Japón. Estos países y otros que se industrializaron más tarde forman parte del mundo rico, mientras que las naciones que no se han industrializado conocen todavía la pobreza.