En Espartaco, el senador Graco hacía el siguiente diagnóstico: «En Roma la dignidad acorta la vida más que una enfermedad.» Mujercitas prescribe justamente lo contrario: vivir de un modo discretamente confortable sin perder la dignidad. En unos momentos en que la obsesión por el dinero como sinónimo de éxito social nos ha desvelado a qué extremos de podredumbre y envilecimiento puede conducir a una sociedad, quizá no sea impertinente recordar alguna de esas máximas horacianas poco revolucionarias que la madre de Jo transmite a sus hijas, o el reconocimiento de ciertas virtudes tan «trasnochadas» como el trabajo creativo, la tolerancia o la solidaridad.