Relato fundamentalmente escrito como monólogo interno del protagonista, Liberto Bermejo, ex-presidente de un ente autonómico, que, mientras asiste a los funerales del obispo, Celesto Manso, amigo suyo de la infancia, pasa revista a la historia de su conciencia y a los parajes por donde anduvo. En la recordación se suceden imágenes y ambientes de la niñez dichosa, de la juventud subvertida y tronzada por la guerra civil, de la madurez fatigosa en una transición durante la cual, entre añoranzas ilusorias y crudas realidades, es fácil caer en el escepticismo, si ya no en la decepción.