En Cartas desde mi molino, Daudet descubre su corazón; nos aporta sucesivamente alegría, tristeza, emoción, odio... No le falta espontaneidad ni frescura, ni esa agudeza irónica cuando aborda ciertos temas.
Además, Daudet no inventa nada: recoge algunas anécdotas que ha presenciado o que le han contado, intenta deformar lo menos posible la realidad. Hace revivir para nosotros su Provenza natal, al pueblo provenzal con su alma, su imaginación desbordante, sus espejismos, sus malicias, sus alegrias y sus penas.