En el verano de 1604, próximo a cumplir los cincuenta y siete años, Miguel de Cervantes entregaba al librero de la corte española el manuscrito de una obra suya a la cual había dado el título El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, y que casi cuatro siglos después sigue contándose entre las excelsas del genio humano. Autor de otras obras espléndidas, sus Novelas ejemplares, su Persiles y Sigismunda, es la fama de su Quijote lo que le ha elevado en la estimación universal a la altura de los máximos creadores literarios, al lado de Homero, Shakespeare y Dante. Y, además, con esta singularidad a su favor: mientras que Homero, Shakespeare y Dante se expresan en géneros literarios consagrados -la epopeya, el drama, la poesía medieval- Cervantes proyecta el poder de su fascinación e influencia sobre la época moderna como el creador del género que implícitamente la refleja, el género que es a la vez imaginación y crítica, relativista y realista: la novela moderna. (...) El Quijote no es sólo esta obra prototípica de un género multiforme; es también una gran creación poética que ha obrado en el espíritu del hombre moderno con la fuerza irresistible de los mitos y símbolos más profundos de su destino.(De la Introducción de Luis Andrés Murillo)