Entre los problemas mundiales que la educación se plantea hoy podrían haberse seleccionado sin duda otros, además de éstos o quizás, a juicio de algún lector, en vez de éstos. No voy a discutir aquí este punto, que me parece contener una buena dosis de subjetividad. Sin embargo, sí va a permitírseme decir que existe hoy la tendencia a cargar a la educación con problemas que no son sólo o principalmente suyos, sino de la entera sociedad. Piénsese, por ejemplo, en la extensión del SIDA, en la plaga de la drogadicción, en la agresión ecológica, en el drama del desempleo, e incluso en el azote que el hambre supone todavía en muchas regiones de la tierra o en la locura del terrorismo.