Se ha dicho muchas veces que la música es el único lenguaje que une a los pueblos y para el cual no existen fronteras. La música es un placer, una caricia para el alma sensible.
Para Camilio Mauclair, constituye la última plegaria, que juega con nuestras emociones hasta el punto de forzarnos al llanto, al estremecimiento o al más espiritual de los deleites.
Inseparable del alma humana, la música surge del alma y se dirige al alma a través de sus sentidos.