Este libro trata de modo particular los aspectos más ignorados del control social informal que se ejerce sobre las mujeres. También aborda las difíciles relaciones de los grupos feministas con el Derecho penal. Determinados problemas, hasta hace poco definidos como "privados", han pasado a ser, gracias a las campañas llevadas a cabo por las mujeres, "problemas sociales". Algunos de ellos han adquirido incluso la categoría de delito.
Ello ha supuesto que los poderes públicos y la sociedad hayan empezado a tomárselos en serio. Pero "tomarse un problema en serio" no es sinónimo de afirmar que el mejor medio de solucionarlo sea el sistema penal, especialmente cuando éste ha demostrado ser poco eficaz y particularmente insensible a las demandas de las mujeres.
La crítica feminista al sistema penal pone de relieve la necesidad de cuestionar el recurso al Derecho penal, así como la importancia de buscar medios alternativos más acordes con los objetivos feministas, de los cuales el derecho y el sistema penal están bastante alejados.