desde siempre la poesía, los versos, han sido una de las pasiones de Francisco Rabal. El más universal de nuestros actores, amigo de Buñuel, de Dámaso Alonso y de tantos otros creadores, poetas o no, puede que antes que un gran actor hubiera preferido ser un escritor. Una muestra de esa escritura son estos versos de madurez, que a la vez, son una muestra de sus lejanos versos de juventud. Con ellos, Francisco Rabal no pretende emular sus glorias de actor. Son nada más, y nada menos, otra parte de su vida, otro reflejo de su rica humanidad. Una parte distinta, pero complementaria e inseparable. Y no por ello menos auténtica. Sus orígenes. las huellas de su aprendizaje, vital e intelectual. en solitario. su autodidactismo literario y su sentir popular están presentes en estos versos de lo cotidiano, del vivir día a día. Francisco Rabal no persigue la perfección, sino la emoción de las cosas simples. No son versos académicos, son versos humanos en el más sencillo de los lenguajes. Ese lenguaje directo y elemental con el cual, en palabras de un viejo poeta, suele el hombre hablar a su vecino.