Para la mayoría de sus contemporáneos, y aún hoy día, la relación de Ramón Gómez de la Serna con el teatro se limitó a ese intento de novedad escénica, considerado frustrado por muchos, que fue Los Medios Seres. Las resonancias de su estreno en Madrid en 1929 perduraron como una exclusiva y casi anecdótica referencia que permitía incluir al autor entre aquellos dramaturgos que pretendieron renovar la escena española. Su última obra teatral, Escaleras, se publicó en 1935 y no fue estrenada hasta después de su muerte, en una única función de homenaje a su figura. Entre ambos dramas, el libreto de la ópera Charlot, escrito en 1932 a petición de Salvador Bacarisse y nunca puesta en escena, completa la reducida y no continuada producción dramática de Ramón durante su etapa de mayor plenitud creadora y reconocimiento público. Sin embargo, estas tres obras, escritas entre 1929 y 1935, significaron realmente su encuentro con un género el que había volcado toda una primera etapa que descubre a un autor para quien el teatro significó, real y vitalmente, la forma de objetivar su propia búsqueda existencial.