Cómo dar una buena clase se fija en cómo los nuevos comunicadores digitales captan la atención, aunque sin perder nunca de vista que una clase entretenida no es necesariamente una clase fructífera. El buen enseñante necesita cultivar la humildad, no rehuir ni abusar de su poder, saber gestionar el rechazo, planificar bien tiempos y contenidos, manejar el storytelling y, además, crearse un personaje. Eso sí, mejor que sea uno alejado de los clichés románticos tipo El club de los poetas muertos. Aquí los autores aportan claves realistas y pragmáticas (y algo de mindfulness) para sobrevivir a la dispersión de la atención a la que obliga el contexto digital. No hay recetas milagrosas y sí un único camino: «Prueba. Intenta. Arriesga. Falla. Sé profesor».