Escritos entre 1907 y 1910, los cuentos trágicos de Palabras y sangre son aún más desagarrados e hirientes que los de El piloto ciego [rey lear, nº 23], como si pretendiesen despertar al mundo para evitar la primera gran guerra que sacudiría Europa sólo cuatro años después. Con su peculiar estilo para mezclar lo fantástico con lo real, y obsesionado por la «perversa o enferma» psicología humana, el gran autor italiano utiliza la palabra para gritar contra la angustiosa realidad a la que se siente condenado. Maestro de Dino Buzzati, ensalzado y admirado por Borges, Palabras y sangre es una de las grandes obras de un Papini que, sin miedo ni esperanza, entiende la vida como «el esfuerzo y el dolor que, a través del misterio, conducen hacia la nada». Sarcástico y brutal, lo que proporciona a la obra una extraña belleza poética, por estas narraciones desfilan personajes que se intercambian las almas, un asesino que harto de burlar a la Justicia decide condenarse a sí mismo, un suicida que se tira al Ródano «sin ninguna razón» o un pintor capaz de reflejar en el lienzo el rostro que tendrán en el futuro los modelos que retrata. Historias simbólicas y filosóficas que crean un nuevo género literario en el que la palabra se convierte en un angustioso desasosiego, en una sangre de tinta que traspasa las fronteras de lo literario.