Romanticismo de la desilusión, putridez naturalista y refinamiento predecadente no impiden la radical sensibilidad cristiana, de cristianismo tradicional, que subyace a La Regenta. (...)La acumulación de males y malvados en la novela de Leopoldo Alas (que remite a un espacio histórico-social concreto: la angosta España de la Restauración, saturada de hierocracia tradicionalista y de inmundo materialismo enmascarado de progreso) edifica un ejemplo moral del ocaso del cristianismo: la infinita aspiración amorosa del alma en diaria lucha con un mundo corrompido que mezcla, transforma y envilece el apetito de la carne y la ansiedad de Dios.La novela envuelve un mensaje ético de diáfana estirpe cristiana: el poder vivificador del sufrimiento. Mientras Ana Ozores sufre, la imaginación, la sensibilidad, la voluntad, el pensamiento se mueven, crecen, estallan, se rehacen. Qué silencio, en cambio, tan pronto cae en la satisfacción del deseo material o cuando deriva hacia la somnolencia vegetativa.(De la Introducción de Gonzalo Sobejano)