Nuestro poema tiene la gracia delicada, la suavidad de sentimientos y la melancolía propias de la decadencia helénica y a la vez la ingenuidad de un primitivo medieval. Su protagonista, un hombre pacífico, intelectual, perseguido por un hado adverso -no siempre: las novelas bizantinas tienen final feliz-, soporta los reveses de la fortuna con un temperamento estoico desde una perspectiva pura y bellísimamente humana.(De la Introducción de Carmen Monedero)