Cuando Laura Freixas llegó a Madrid en 1991, decidida a ser escritora, se topó con el anuncio de un encuentro internacional sobre la novela en Europa. Y al revisar la lista de participantes, descubrió algo insólito: «Los veinte novelistas que participaban en él pertenecían a países diferentes, lenguas diferentes, generaciones diferentes, tendencias literarias diferentes?, pero a un solo sexo. Que no era el mío», escribe en la introducción de este libro. Y continúa: «Empecé a mirar alrededor. A preguntarme si era casualidad, un caso aislado. Y por primera vez conté. [?] No daba crédito: en todas partes me salía lo mismo, un 80 o 90 % de hombres». Las preguntas se multiplicaban: ¿por qué no había igualdad? ¿Era una mera «cuestión de tiempo», como todo el mundo parecía creer? Buscando respuestas, empezó a leer con otros ojos las críticas literarias? Así nació ¿Qué hacemos con Lolita? De la observación, la interrogación y la consulta de bibliografía fueron surgiendo reflexiones sobre cómo la cultura dominante excluye a las mujeres, naturaliza su subordinación e invisibiliza las vivencias femeninas, y la respues