No es frecuente que un historiador sea al mismo tiempo protagonista de los sucesos que narra. En tal caso, el testimonio da una veracidad especial al relato histórico. Pero si el cronista es además estratega de la contienda narrada y jefe de algunas expediciones, no hay duda del valor excepcional de lo que nos cuenta de primera mano. Todos estos elementos favorables coinciden en Tucídides, quien en Historia de la guerra del Peloponeso describe los terribles y largos enfrentamientos entre Atenas y Esparta, las dos ciudades que tantas cosas simbolizan en la Antigüedad.