Varios misterios encierra esta obra, y no es el menor de ellos la seducción que ejerce un misterioso caballero que se pasa media novela encerrado en una armadura, o cómo la heroína que a todos enamora no consigue casarse con Ivanhoe. La culpa no fue tanto de Walter Scott cuanto de la época, a quien el autor pagó su inevitable tributo. A pesar de todo, por esa soberbia galería de personajes que recorre la novela vaga el espíritu trágico de Shakespeare y el del romanticismo de su tiempo. Chesterton diría que «prescindir de este escritor despreocupado y defectuoso será prueba de que nos hemos formado un falso cosmos, un mundo de perfección mendaz y horrible».