El viaje a Gósol fue algo totalmente imprevisto e improvisado para Picasso y Fernande, dispuestos a una estancia urbana, se encontraron en medio de la mayor fortaleza de montañas que habían visto en su vida. Pero, en realidad, se estaba esgrimiendo un viaje mucho más audaz y definitivo: el tránsito vertiginoso del pintor hacia un nuevo lenguaje plástico y, con él, hacia la modernidad. Gósol fue, simplemente, el maravilloso escenario de esta Gran Aventura, probablemente el mejor de los que Picasso, urbanista de alma rústica, hubiera podido pergeñar jamás.