Él tenía una sola ventaja: era mayor.
Todos sabemos que hay un momento en la vida en el que, como por arte de magia, aparece la inteligencia. Un día cualquiera, a base de cumplir años, la cabeza y los bolsillos de los pantalones se organizan. Todo tiene un sentido y un porqué y la cabeza lo sabe. Ya no salta constantemente de un sitio para otro ni se deja llevar por otros motivos que los de la razón.
Tengo 48 años y no pierdo la esperanza.