Estas observaciones «dispersas» lo son tan sólo aparentemente porque Oscar Tusquets ejerce a la vez, e indiscriminadamente, como arquitecto, diseñador y pintor. Y, si salta del elogio de las sombras a la apología de la facilidad, de la reflexión de lo bello o fotogénico a los comentarios sobre artistas, arribistas y cónyuges o del tiempo libre al diseño industrial, es porque para él cada cosa forma parte de una particular visión global del mundo. La mirada, a la vez crítica y tierna, impertinente y simpática, con la que observa todo, desde lo más serio hasta lo más trivial, nos induce a confrontar opuestos y a descubrir que, a fin de cuentas, todo es más que discutible en el variopinto entorno formal que nos rodea y del que nos rodeamos, así como en las múltiples y paradójicas formas de vida que nos imponen o que elegimos libremente.