Considerado por sus contemporáneos la cumbre insuperable de todas las artes, Miguel Ángel recorre y caracteriza todas las fases del Renacimiento, desde la edad dorada de Lorenzo el Magnífico hasta el dramático epílogo en el candente clima de la Contrarreforma. Pintor, arquitecto, escritor, Miguel Ángel se sentía sobre todo escultor. Esculpir el bloque de mármol con el cincel, hacer emerger fatigosamente el concepto, la idea aprisionada dentro de la materia, expresarse por el afán de elevar: en esa acción solitaria y tensa se concentra la energía del genio, se aplaca el ansia por el tiempo presente, se llama a las puertas de la inmortalidad.