Vermeer, inspirado maestro de la Holanda del siglo XVII, es una de las más clamorosas paradojas de la historia de la crítica del arte. Nacido en Delft, donde pasó toda su vida, en la activa serenidad de una pequeña ciudad hermosa y devota, Vermeer consuma su breve carrera en un número limitado de grandes obras. Cuadros que habían permanecido largo tiempo en secreto, cuyo descubrimiento ha asumido el carácter de exaltación, hasta identificar a Vermeer con el alma misma de aquel período de la cultura europea que es el siglo de oro de Holanda. Vermeer indaga con delicadeza en los pliegues de la psicología, manifestándose con discreción en los interiores ordenados, donde centellea por un instante la sonrisa de una muchacha.