El espíritu de la colmena no es sólo uno de los filmes más emblemáticos de la historia del cine español, el ejemplo más depurado de ese cine del final del franquismo que apunta hacia la transición democrática. Es ante todo la obra de un creador singular que parte de la experiencia personal, la de toda una generación, para proponer un discurso universal sobre la infancia, las guerras y las posguerras civiles o el propio cine. Un discurso en todo caso elíptico que hace de las sombras y las ausencias su principal rasgo estilístico. Treinta años después de su realización, la única evidencia es su extraordinario poder de evocación, su grandeza.