Las imágenes no son inocentes. Toda película influye en el modo que el individuo tiene de percibir las cosas, influye en la concepción que tiene de sí mismo y del mundo que le rodea. Crea hábitos, normas de comportamiento, mentalidades, formas de vida, mitos, en definitiva, imágenes que constituyen la ideología. A la vez, recoge los deseos, los anhelos, los imaginarios de las gentes. Por ello, la relación entre el emisor y el receptor es doble. El cine transmite la realidad del momento, pero esa realidad se articula teniendo en cuenta las realidades de la mayoría de las personas. El presente libro analiza estas relaciones a lo largo del siglo XX a través de algunos de sus ejemplos más significativos, del Tercer Reich a la violencia del mundo actual, pasando por la Guerra Civil española o el cine de Eisenstein.