Guión original de Fernando Trueba basado en la novela de Juan Marsé con fotografías de David Airob
Era lunes. Lo recuerdo perfectamente. Aquel 11 de junio, la calle Mas de Roda, en el barcelonés barrio de Poble Nou, amaneció sobre una gran alfombra de adoquines de goma. Los vecinos, atónitos ante tal mutación, lo comentaban desde sus balcones cuando, de repente, vieron cómo dos hombres eran detenidos e introducidos en un coche negro que partía veloz.
Desde Madrid llegaban noticias de cómo el antiguo matadero de la ciudad se había transformado, por un día, en una céntrica y bulliciosa calle de Shanghai...
Ante todo este cúmulo de noticias y rumores, tan sólo podía hacer una cosa: cargar las cámaras y empezar a fotografiar cual enviado especial inmerso en una metamorfosis dirigida por una mente privilegiada. (David Airob)
Mi recuerdo de David Airob en el rodaje de El embrujo de Shanghai es el de un amiguete de visita en el plató. Siempre detrás, charlando con algún otro amigo o con alguien del equipo, con esa sonrisa cordial permanente que posee. Y, sí, lo confieso, con una cámara al cuello. Pero juro que jamás le he visto haciendo una fotografía. De todos los fotógrafos que conozco, él es el más discreto, el fotógrafo invisible. Lo que casi equivale a decir el fotógrafo ideal.
Pero la sorpresa viene después. Cuando un día vi su trabajo tuve la sensación de no haber estado en mi propio rodaje. Pues David me estaba mostrando una especie de película paralela. Un punto de vista jamás soñado. Y aprendo a ver la realidad del rodaje desde otros ojos, desde otra mirada.
Nadie le ha visto decir a alguien que se ponga en tal sitio y haga tal cosa. David Airob se limita a estar, mirar, ver lo que nadie ve, y a registrarlo para que todos podamos descubrirlo luego. Tiene la sencillez de los grandes artistas.
(Fernando Trueba)