A pesar de que se ha hablado mucho del cine como encrucijada de distintos medios artísticos, se ha profundizado muy poco en este sentido a la hora de estudiar su lenguaje o su dramaturgia. A medio camino entre el manual y el ensayo, este libro se propone sentar las bases para una aproximación al fenómeno cinematográfico que aúne los campos, a veces considerados antitéticos, de la teoría y la práctica, mediante una incorporación del cine a la corriente expresiva que forman la literatura, el teatro, la pintura y la música, así como a través de su acercamiento a la fenomenología de la imagen, una operación que ha sido hasta ahora paradójicamente postergada.
Se trata de asumir la multidisciplinariedad de la expresión fílmica para poner de manifiesto las variadas herramientas a disposición del director cinematográfico, muchas veces ocultas tras una concepción industrialista del cine que se revela de muy corto alcance tanto estética como profesionalmente. Es, por consiguiente, un libro dirigido por igual a los que buscan la reflexión y a los que seduce la praxis, ya que los caminos de sus respectivas actividades se cruzan, en estas páginas, en el entramado compuesto por una operatividad que requiere ser pensada y un pensamiento que culmina necesariamente en la práctica del rodaje.
Los nuevos fenómenos dramatúrgicos que se desvelan en el libro promueven una mirada distinta sobre obras consideradas clásicas -de Hitchcock a Welles, de Lubitsch a Rossellini-, así como sobre películas modernas -de Angelopoulos o de Lepage-, sin olvidar títulos de indudable comercialidad, pero no por ello de menor eficacia expresiva, como puede ser Seven, de David Fincher. Pero especialmente el texto revela en toda su magnitud la figura del director de cine que, trascendiendo las polémicas sobre la muerte del autor, muestra su capacidad para catalizar un acervo expresivo de enorme trascendencia.