Los españoles permanecen una media de 3 horas y 39 minutos frente al televisor, estando este, además, encendido. Por otra parte, los editores se quejan de que se lee muy poco, un hecho que ha creado una especie de remordimiento nacional en todos esos telespectadores que no abren un libro ni para abanicarse.Tenía que ser Pepe Colubi quien, sentado a la sombra de un manzano para reflexionar sobre tamaños asuntos, llegara a una idea brillante: si la gente no lee porque ve la tele, ¡qué mejor libro que uno que sea como verla pero sin encenderla!
De esa manera, el lector-espectador recordará a ese gran filósofo que fue el abuelo de Heidi, para quién trabajaba Michael Knight, qué modelo de automóvil llevaba Starsky, los nombres de los hijos de «Con ocho basta», el lío de las dos familias de «Enedo», la amistad a prueba de bombas de «Friends», las mejores operaciones de «En buenas manos» o los vericuetos de la teletienda de madrugada?
Todo ello sin cambiar de canal? quiero decir, sin cambiar de libro.