Los medios de comunicación y muy particularmente la televisión han conquistado casi todos los espacios de la
cultura. En lugar de lamentar este proceso irreversible y sus aspectos negativos, parece más sensato pensar lo que
podría dar de sí este inmenso potencial de la comunicación cuando se lo ponga al servicio de una auténtica
ampliación de los horizontes, de la reflexión crítica, la participación ciudadana y, sobre todo, de la educación.
El autor nos invita a desmontar algunos de los principales tópicos que han negado el valor de la televisión como
medio de apoyo a la educación. Los ejemplos de programas de educación existentes en el mundo y las
interesantes iniciativas que propone García Matilla son argumentos convincentes para justificar el papel de este medio como instrumento útil para enseñar. Además, la televisión constituye un desafío constante para entrenar la
capacidad de analizar los programas y las informaciones. Saber ver, seleccionar e interpretar los contenidos mensajes con espíritu crítico puede estimular especialmente al público joven a relacionarse y comprometerse más
con la realidad. En este sentido, educar para la comunicación significa desarrollar el pensamiento crítico, la
sensibilidad para la tolerancia, para la justicia y los valores democráticos.