Sólo vemos lo que queremos ver, oímos lo que queremos oír y leemos lo que queremos leer. Pero el ciberespacio también nos permite utilizar la capacidad de filtrar todo lo que deseamos ver, oír y leer. En un futuro no demasiado lejano, nuestro poder de selección promete aumentar de manera exponencial. Ahora mismo ya tenemos la posibilidad de ver los acontecimientos deportivos que queremos, de leer únicamente los temas que nos interesan y de encontrar las ideas con las que estamos de acuerdo en las páginas de opinión. En medio del clamor popular por este considerable aumento de la información personalizada, Cass Sunstein plantea las siguientes cuestiones: ¿es eso bueno para la democracia? ¿Resulta saludable para la supervivencia de las instituciones? ¿Qué significa para la libertad de expresión?
En República.com se exponen los inconvenientes del uso egocéntrico de Internet, al mismo tiempo que se nos indica cómo acercarnos a este mundo como ciudadanos responsables y no sólo como individuos obsesionados por el consumo. Sunstein afirma que la democracia depende de las experiencias compartidas y necesita que los ciudadanos se enfrenten a temas e ideas que no han elegido de antemano. Los periódicos y presentadores de radio o televisión ayudan a crear una cultura compartida; sin embargo, dado que su papel se va reduciendo a medida que aumenta la personalización del universo de las comunicaciones, la sociedad corre el peligro de fragmentarse y las comunidades compartidas de disolverse. En su lugar quizá sólo resuene el eco de nuestra propia voz, de nuestra propia opinión.