Dos momentos históricos para América Latina, vividos con la intensidad épica de la juventud, dejaron una huella biográfica en Jean Franco y su inquietud perdurable por la literatura latinoamericana. En los 40, la estudiante había militado brevemente en el comunismo inglés, en la misma célula que el historiador Eric Hobsbawm. Pero en 1953, en ruta a Guatemala, la joven Franco llegó a Santiago de Cuba en momentos del fracasado ataque al cuartel Moncada. Poco después asistía al violento golpe militar contra el presidente Jacobo Arbenz, quien había amenazado con nacionalizar las tierras de la United Fruit, dueña de la economía guatemalteca. En medio del toque de queda, una poeta seguía con sus lecturas públicas. La conjura de mercenarios estadounidenses contra Arbenz, en 1954, marcó el comienzo de una era de intervencionismo militar. Se formalizaba así la Guerra Fría en Latinoamérica.
El libro de Franco recorre 60 años de tensiones entre política y arte, en el arco que va del compromiso orgánico con el comunismo, como el caso de Siqueiros o Neruda, a los "autonomistas" como Borges y los autores del boom, las crónicas del sidario del chileno Pedro Lemebel y la controversia en EEUU por la inclusión en el canon universitario del testimonio de Rigoberta Menchú. Su título alude al célebre libro La ciudad letrada, del crítico uruguayo Angel Rama, y argumenta que el regreso de América latina a la democracia dejó al descubierto todo lo que la Ilustración había maquillado. Se trata de un ambicioso y original ensayo, una historia intelectual de América Latina pionera en su género. Franco analiza cómo en los años 50 Estados Unidos financió discursos artísticos "universalizantes", cuyo fin era neutralizar la creciente influencia de la izquierda y los nacionalismos latinoamericanos entre los artistas, polarizados en dogmas estéticos: el de la "libertad" del arte y lo "universal", para la derecha, y el arte combativo de izquierda.