Érase una vez un sastrecillo, que de tanto en tanto le daba un mordisco a una deliciosa manzana. El dulce aroma de la fruta empezó a atraer a las moscas y pronto hubo un enjambre zumbando a su alrededor lanzándose sobre ella. "¡Fuera de aquí, intrusas. Ya verán!", gritó enojado el sastrecillo. " El mundo entero debe saber de lo que soy capaz."