A veces, se ha tendido a presentar nuestra historia constitucional como una serie periódica de alternancias: el poder habría pasado de la izquierda a la derecha y viceversa, una y otra vez, sin que una ni otra consiguieran tomar la iniciativa de modo duradero. Esta perspectiva es falsa: no cabe hablar de ciclos o alternancias. La inmensa mayor parte de nuestra historia contemporánea se ha desarrollado bajo textos constitucionales claramente conservadores o bajo el signo de la negación del constitucionalismo. Así, y éste es el segundo aspecto que debe ser puesto de relieve, el franquismo no aparece como una ruptura innovadora de la tradición política de la oligarquía española, sino como el desarrollo de ésta hasta sus últimas consecuencias.