Nuestra presencia es la mejor herramienta de la que disponemos para influir y por ello se convierte en la manifestación silenciosa de nuestro poder personal.
Una presencia centrada y profunda nos proporcionará el poder de generar los cambios a nuestro alrededor que deseamos producir. Esos cambios para los que quizás hayamos venido al mundo y que, en última instancia, definirán quiénes somos realmente.