En \"Pirineos, tristes montes\", Severino Pallaruelo deja que suenen distintas voces: la de dos truferos que compiten por el preciado hongo subterráneo, la de los solterones Tonito y Ramón, a quienes les han espantado las novias sus respectivas madres, o la de la dueña de una mercería que se cree superior a sus vecinos y sueña con un primer amor tras un matrimonio fracasado.
Este libro no nos presenta los Pirineos de un modo idílico, sino más bien todo lo contrario: hay embarazos que son motivo de escarnio, rencillas entre vecinos, tedio, soledad, maletas infantiles de cartón y una Guerra Civil que no hace sino sumar odio e irracionalidad. En esta tierra dura, donde hasta transportar un cadáver es una difícil tarea, a veces se cuela el humor, la ternura y el deseo de un mundo mejor.
Con un estilo directo y coloquial, como los cuentos narrados alrededor de la lumbre, en \"Pirineos, tristes montes\" nos parece estar escuchando las voces de los muertos, unas voces valientes y necesarias.