Titus Flaminius jura encontrar al asesino de su madre. Para ello seguirá la pista de una perla robada a la amante de Julio César. Los indicios le llevarán hasta la bella Licinia, una de las vestales que guardan el fuego sagrado. De esta manera se adentra en una Roma desconocida para él, una Roma de complots, marginación, misterios y peligros.