Un narrador, no del todo omnisciente, cuenta en tercera persona cómo los componentes de una coral polifónica, desajustados en su vida particular y tal vez dirigidos por un asesino, intentan armonizarse para cantar el Magnificat. En el fondo, una historia de amor, horror y redención, que se desarrolla en tres jornadas; dos, previas a la actuación, la otra el día del concierto, y un bis. El propio autor, no sabemos si el lector dará con ello, ignora quién fue el asesino; es más, Monteserín no está seguro de si hubo realmente un crimen.