Cuando, hace dos años, Sandra volvió a la soltería, pensaba que afrontaría esta nueva etapa con madurez y tranquilidad, pero no tardó mucho en darse cuenta de que, en cuestión de amores, se siguen haciendo las mismas tonterías con treinta años que con quince.
A pesar de que todo el mundo diga que los hombres son muy simples, Sandra y sus amigas tienen la sensación de que se van encontrando a los chicos más complicados y más raros del mundo, tanto en el terreno sentimental como en el sexual. Porque, aunque en las novelas y en el cine, todo es bonito y poético cuando los protagonistas mantienen relaciones, en la vida real te lo pasas mejor contándoles a tus amigas el desastre de polvo que has echado el día antes, que el rato que has estado a ello.