Kevin Mitnick fue el hacker más evasivo de la historia, que accedió a ordenadores y redes de las agencias y compañías más grandes del mundo, aparentemente impenetrables, como Motorola, Sun Microsystems o Pacic Bell. Para Kevin, el hackeo no se trataba solo de alcanzar avances tecnológicos, era un juego de confianza que requería burlar y confundir para acceder a valiosas informaciones. Impulsado por un fuerte estímulo para lograr lo imposible, engañando a los empleados para obtener información privada y maniobrando a través de capas de seguridad, obtuvo acceso a datos que nadie podía ver.