Las maravillas de la ciudad de Palmira se encuentran en pleno desierto sirio, un espacio inhóspito que entre los siglos I y III d.C. se convirtió en un próspero oasis gracias al comercio caravanero, hasta atreverse a desafiar el dominio romano y erigirse en un efímero imperio bajo el poder de la ambiciosa reina Zenobia.