Las plagas de langosta han amenazado al hombre desde el neolítico, momento en que éste aprendió los rudimentos de la agricultura y fijó su residencia en un lugar permanente, sedentarizándose. Un enjambre de langostas migradoras puede albergar miles de millones de individuos que no respetan el equilibrio de la naturaleza y destruyen a su paso la masa vegetal existente, rompiendo por completo la cadena trófica y exponiendo a los seres vivos que de ella dependen a una muerte segura por inanición. El hombre ha sido testigo, siglo tras siglo, de estas enormes catástrofes que aparecen y desaparecen de forma súbita. Las ha intentado explicar y las ha combatido con escaso éxito. Entre los años 2003 y 2005 tuvo lugar en África la última gran plaga de langostas. Pero no será la última.