Las experiencias de los jugadores son, ahora, el centro de los debates gamers en los foros más profundos de la deep web, pero sus usuarios no parecen ponerse de acuerdo: ¿era un juego de horror para frikis, una puesta en escena inmoral o un ejercicio poético? ¿Son tan hondas y retorcidas como parecen las entrañas de esa habitación?
Seis jóvenes comparten un piso en Barcelona. En sus habitaciones se gestan actividades tan inquietantes y turbias como la escritura de una novela pornográfica, el deseo frustrado de autocastración o el desarrollo de diseños para la demoscene, subcultura informática artística. En sus espacios privados se explora el territorio de los cuerpos, de la mente y de la infancia. Mirillas hacia lo abyecto que los conecta al proceso de creación de un videojuego de culto.