Hay dos clases de personas en el mundo: las que miran antes de saltar y las que saltan sin mirar. Yo siempre he sido de las que miran bien; de las que planifican, siempre cautelosa. Hasta que conocí a Drew Evans. Era tan convincente, tan seguro de sí mismo, que saltar con él resultaba fácil.
¿Pensabas que Drew y yo cabalgaríamos hacia el atardecer y viviríamos felices para siempre? Yo también. Sin embargo, la vida depende de las decisiones que se toman, y Drew ya había tomado la suya. De hecho, había tratado de decidir por los dos…, pero ese no es mi estilo. Por eso hice un alto en el camino y regresé a Greenville, para pasar tiempo a solas.
No siempre es fácil cambiar las viejas costumbres, y para ello a veces hay que volver a los orígenes antes de poder seguir avanzando en la vida.