Una infancia feliz junto al Retiro de Madrid, unas vacaciones en Lequeitio en el verano de 1936 y el estallido de la contienda civil, he aquí el despegue de estas memorias informales.
La familia Semprún conoce el destierro y la tragedia de la guerra mundial. De 1937 a 1939, José María de Semprún y Gurrea, padre del autor, fue diplomático de la República en La Haya. La guerra civil termina y los Semprún se dispersan. El autor y su hermano Paco vivirán toda la ocupación nazi en Saint-Prix, cerca de París. Llega la Liberación y el joven Semprún descubre la fiesta existencial de Saint-Germain-des-Près.
Acomplejado, dice, por no haber estado en la Resistencia, se alista en el movimiento antifranquista. En 1954 viaja clandestinamente a Madrid para crear los primeros comités de estudiantes comunistas en la universidad. El encargo viene de Santiago Carrillo y Federico Sánchez (Jorge Semprún). Pero pronto llegan las desilusiones: 1956 y el XX Congreso del PCUS y su tímida denuncia de los «crímenes de Stalin»; la revolución húngara aplastada por los tanques rusos. Carlos Semprún rompe con el PCE pero no deja la lucha: Frente de Liberación Popular, Acción Comunista...
Al margen de la clandestinidad y de la militancia, le queda tiempo para escribir y, sobre todo, para vivir. Fruto de tan rica experiencia es este libro, escrito con desenfado e ironía, por el que desfilan numerosos personajes que fueron, algunos aún lo son, protagonistas de la vida política y cultural de nuestro país. El autor explica, de paso, las peripecias de España y de los españoles y recuerda, con cierta amargura, que «Franco murió en la cama».