Sharon Fieldman tiene una vida apacible en Nueva Orleans. Posiblemente no es la que ella hubiera soñado, pero al menos, tiene un trabajo y un techo que comparte con su abuela Margaret, a la cual cuida con mucho cariño. Nada le hacía creer que ella, una sencilla chica nacida en Nueva Jersey, sería pretendida de la noche a la mañana por uno de los hombres con más pedigrí de Luisiana.
Ni siquiera sabía quién era él, pero se quedó prendada de sus ojos azabache y del magnetismo de su voz. Las malas lenguas aseguraban que era un Señor de la noche, que sus gustos eran un tanto extraños y exigentes, y que su nombre reflejaba su origen y la realeza de su sangre: Prince Steelman.